Cabe destacar que ya se proyectan películas de acción, pero no presentan la imagen musculosa ni hay fotos. Gafas gruesas, figura esbelta y una pasión inesperada por el ballet clásico... ¿Quién hubiera pensado que este chico tímido algún día brillaría en Hollywood?
Jean-Claude Van Damme: El niño del que nadie sospecharía
En la década de 1960, Jean-Claude Van Damme vivía en Bruselas y no encajaba en el mundo del cine de acción. De niño, se enfermaba con frecuencia, siendo blanco fácil de burlas y acoso. Sus gruesas gafas solo acentuaban su ya frágil apariencia. Sin embargo, esta misma fragilidad fue el comienzo de un destino extraordinario.
Mientras sus compañeros se burlaban de él, Jean-Claude encontró refugio en dos mundos tan inesperados como salvadores: la música clásica y la danza.
Ballet: una elección sorprendente... pero crucial

Durante cinco años, el joven se dedicó incansablemente al ballet clásico, un arte exigente conocido por su rigurosa disciplina y su incansable búsqueda de la perfección. Independientemente de su estilo, Van Damme incluso fue invitado a bailar en la Ópera de París. Más tarde, utilizó su grácil movimiento, su magistral gracia corporal y su coordinación en sus famosas escenas de lucha.
Imaginen por un momento a un niño en el escenario de un teatro, prefiriendo bailar a tomarse un descanso. Fue en este entorno donde se desarrollaron los futuros "músculos de Bruselas".
Revelación de las artes marciales

El padre de Jean-Claude, consciente de la debilidad física de su hijo, lo inscribió en clases de karate. Fue una revelación. Al décimo día, ya había empezado a practicar Shotokan, un estilo tradicional japonés, y se había convertido en una auténtica máquina de kickboxing. Entrenó incansablemente, combinando la potencia del ballet con la fuerza de las artes marciales. Una combinación inusual, pero increíblemente efectiva.