Después de que Greta mordiera al doctor, la habitación quedó en silencio. La mujer miró a su alrededor horrorizada; no entendía por qué su dulce perra reaccionaba así de repente.
—Por favor… no la culpes… —susurró—. Ella nunca le hizo daño a nadie…
Greta estaba de pie junto a la cama, cubriendo a su dueña. Ya no gritaba, sino que miraba al médico con recelo, como diciendo: «Algo anda mal aquí».
Un médico anciano que había visto muchas cosas en su vida pensó y dijo:
– A veces los animales sienten cosas que nosotros no podemos ver…
Decidieron posponer la cirugía y realizar más pruebas. Una tomografía computarizada reveló algo preocupante: el tumor se había acercado a la médula espinal. Si la cirugía se hubiera llevado a cabo según lo planeado, habría existido un grave riesgo de parálisis permanente.
Todos quedaron impactados. Greta, guiada únicamente por el instinto, salvó a su dueña de una discapacidad irreparable.
"Si no fuera por ella, podríamos haber cometido un trágico error", admitió el cirujano.
Se modificó el plan quirúrgico. El equipo se preparó para un procedimiento microquirúrgico más preciso con equipo especializado.
La mujer sabía que le esperaba una pelea difícil, pero esta vez tenía aún más fuerza.
Poco antes de la operación, acarició la cabeza de Greta y susurró:
– Si algo sale mal… gracias. Ya me salvaste la vida.
La operación duró más de seis horas. Cada movimiento requería una precisión extrema. Los médicos luchaban no solo con el tumor, sino también con el tiempo. Al terminar, el cirujano salió del quirófano con una expresión cansada pero tranquila: