El esclavo hermafrodita que fue compartido entre el amo y su esposa… ambos se obsesionaron

La Adquisición Especial

Fue en esta atmósfera de desesperación silenciosa que el comerciante de esclavos Samuel Bigcam llegó la mañana del 14 de agosto de 1851. Bigcam se especializaba en “adquisiciones especiales”.

“He adquirido algo inusual, señor Rutlet”, dijo Bigcam en la oficina de la plantación. "Un espécimen único. Comprado en el mercado de Charleston. El dueño anterior era un médico, el Dr. Albert Strad".

Bigcam explicó que el esclavo, llamado Jordan, de unos 19 o 20 años, podía leer y escribir. Pero eso no era lo especial.

"Este esclavo es lo que los médicos llaman un hermafrodita", susurró, "nacido con características físicas de ambos, hombre y mujer. Una verdadera curiosidad médica. El esclavo está entrenado para aceptar exámenes y asegurar una completa obediencia".

Thomas sintió algo cambiar dentro de él.  Ambos hombre y mujer. Ni una cosa ni la otra.

Veinte minutos después, Thomas miró a Jordan por primera vez. El esclavo vestía una sencilla túnica de algodón. El rostro era hermoso de una manera que no pertenecía a ningún sexo: rasgos delicados, pómulos altos, ojos grandes y oscuros. El cuerpo sugería curvas que desafiaban la categorización. Cuando Bigcam le ordenó hablar, la voz surgió en un registro situado exactamente entre el masculino y el femenino.

"Mi nombre es Jordan, Amo. Tengo 19 años. Puedo leer, escribir y calcular. He sido entrenado para someterme a exámenes médicos sin resistencia".

Thomas sintió una fascinación creciente, una necesidad de comprender el misterio que estaba frente a él. “Lo tomaré”, se escuchó decir.

La obsesión

Thomas no llevó a Jordan a las cabañas de los esclavos. Lo instaló en una habitación del tercer piso de la casa principal, designándolo oficialmente como doncella personal de Catherine. Cuando Thomas le explicó la “condición médica” de Jordan a su esposa, ella sintió la misma curiosidad perturbada.

El examen que Catherine realizó a Jordan marcó el comienzo de su descenso. Comenzó como una curiosidad clínica, pero gradualmente se transformó en algo más. Esa noche, por primera vez en meses, Thomas y Catherine se reunieron en su lecho matrimonial, no por amor, sino por un secreto compartido.

El otoño de 1851 trajo la cosecha, pero en Belmonte, una obsesión inquietante echaba raíces. Los otros esclavos, particularmente Harriet, la cocinera, notaron el cambio. El Amo Thomas dejó de administrar la plantación y las facturas se acumularon. La Ama Catherine salió de comer, volviéndose más pálida y delgada, encerrada horas en esa habitación del tercer piso.

“Hija”, le preguntó Harriet a Jordan en la cocina. “¿Te están lastimando ahí arriba?”

Jordan la miró con ojos indescifrables. “Hago lo que nací para hacer”, dijo suavemente. “Es más fácil cuando no piensas en ello”.

Arriba, Thomas adquirió libros de medicina y anatomía, llenando un diario secreto con bocetos y anotaciones. Catherine, por su parte, pasaba tardes enteras vistiendo y desvistiendo a Jordan, peinando su cabello, encargando ropas femeninas y masculinas, tratando de entender lo que Jordan era.

“¿Qué eres?”, le preguntó Catherine una tarde.

“Importa, ama”, respondió Jordan con su voz neutral. "Soy lo que ves. Lo que quieres ver".

A medida que avanzaba octubre, la plantación se deterioraba. Thomas perdió peso, sus ojos adquirieron una cualidad febril. Catherine se volvió esquelética. Cuando dos trabajadores de campo, Samuel e Isaac, intentaron escapar y fueron capturados, Thomas ordenó el castigo de los azotes, pero observó la escena con ojos distantes, su mente en otra parte. Harriet, desde la cocina, entendió que el amo estaba desapareciendo dentro de su propia obsesión.