El jet privado de Richard Hale aterrizó en Chicago justo cuando el sol comenzaba a ocultarse tras el horizonte…-NY

Richard miró a Ethan, que reía en la sala con bloques de juguete, y sintió que algo se le aflojaba en el pecho. Había construido imperios, firmado contratos multimillonarios y había sido aclamado por los medios, pero nada comparado con el sonido de la risa de su hijo llenando la casa.

Meses después, Richard fue invitado a hablar en una conferencia de negocios. En lugar de presumir de ganancias y adquisiciones, sorprendió al público.

“Solía ​​pensar que la riqueza significaba libertad”, dijo. “Pero he aprendido que la riqueza no significa nada si pierdes a tus seres queridos. La mayor rentabilidad de una inversión es el tiempo: tiempo con tus hijos, tiempo con tu familia”.

Los aplausos fueron corteses, pero a Richard no le importó. Sus ojos ya estaban puestos en Ethan, sentado en la primera fila, sonriendo con orgullo.

Y en ese momento, Richard Hale se dio cuenta: la fortuna que había estado persiguiendo toda su vida lo estaba esperando en casa, en los brazos de su hijo.