EL MECÁNICO ayuda a El Chapo en la carretera sin saber quién es… Lo que recibe cambia TODO para…

. Escucha conversaciones sobre rutas, envíos, territorios, guerras con carteles rivales. Nunca participe directamente, nunca toca la mercancía, nunca está presente en operaciones, pero sabe, sabe demasiado y ese conocimiento es peligroso. Una noche de diciembre del 2010, Damián llega al taller con expresión seria. Ramón, necesito hablar contigo.

Es importante. Se sientan en la oficina privada que Ramón construyó. Damián cierra la puerta. Hay un problema, un problema grande. Ramón siente como su estómago se aprieta. ¿Qué tipo de problema? Damián suspira. Hay un infiltrado. Alguien está pasando información a la DEA.

alguien cercano, alguien que conoce operaciones, rutas, personas clave. ¿Y eso qué tiene que ver conmigo? Pregunta Ramón, aunque ya sospechas la respuesta. Damián lo mira directo a los ojos. Tú modificas los vehículos. Tú conoces las especificaciones. Tú sabes qué camionetas son para qué operaciones. Si alguien quisiera rastrear movimientos, tus registros serán muy valiosos.

Ramón se pone pálido. Yo no he hablado con nadie jamás. Lo juro por mis hijos. Damián levanta la mano. Perder. Don Ismael lo sabe. El jefe lo sabe. Confiamos en ti, pero necesitamos que seas más cuidadoso. No guardes registros escritos. No hay tomos fotografías. No uses tu teléfono personal para nada relacionado con el trabajo.

Usa solo el teléfono que te vamos a dar. Entendido, Ramón Asiente. Entendido. Damián se levanta. Una cosa más. Si alguien te contacta, autoridades, agentes, periodistas, quien sea, no hables ni una palabra. Llamas inmediatamente a ese número que tienes. Inmediatamente. Claro. Clarisimo. Esa noche Ramón no duerme. Se sienta en el balcón de su casa mirando la ciudad de Culiacán, iluminada abajo.

Piensa en cómo llegó aquí. Piensa en el mecánico humilde que era hace solo 4 años. Piensa en las decisiones que tomó. Piensa en las líneas que cruzó. Piensa en el dinero en su cuenta de Panamá. Piensa en su familia feliz y segura. Piensa en el precio que pagó por todo eso.

Piensa en el precio que todavía puede tener que pagar. Lucía sale al balcón, se sienta junto a él en silencio. Después de un largo rato habla, "Ramón, sé que no puedes decirme todo. Sé que hay cosas que es mejor que no sepa. Pero necesito que me digas una cosa. Estamos en peligro. Ramón quiere mentir, quiere decirle que todo está bien, pero está cansado de mentiras. No lo sé, responde honestamente. Espero que no.

Hago todo lo posible para que no, pero no lo sé. Lucía toma su mano. Cuando nos casamos éramos tan pobres que nuestra luna de miel fue un día en la playa comiendo tacos. Pero éramos felices, éramos libres, no teníamos miedo. Hace una pausa. Ahora tenemos todo, pero tú tienes miedo. Lo veo en tus ojos. Lo siento cuando duermes y te despiertas gritando.

Ramón aprieta su mano. Lo siento. Siento haberte metido en esto. Siento haber puesto a nuestra familia en esta situación. Lucía niega con la cabeza. No te disculpes. Hiciste lo que tenías que hacer. Salvaste a Miguel. Nos diste una vida mejor. Pero Ramón, si algún día tenemos que dejarlo todo y huir, si algún día tenemos que volver a ser pobres pero libres, yo estoy contigo.

Los niños están contigo. La familia está contigo siempre. Ramón la abraza. Llora en silencio contra su hombro. Llora por el hombre que era, llora por el hombre en que se convirtió, llora por el futuro incierto que los espera. Enero del 2011. Ramón está en el taller cuando recibe una llamada del número que nunca esperó ver.

Es el número personal, el número que solo ha visto dos veces en 5 años, el número de El Chapo. Ramón, necesito verte. Hoy a las 8 de la noche te mandaré la dirección. Ven solo. La llamada termina. Ramón mira el teléfono con manos temblorosas. una reunión personal con el Chapo. Eso solo significa dos cosas, o algo muy bueno o algo muy malo.

A las 7:30 Ramón se ducha, se pone su mejor ropa, se despide de Lucía con un beso largo. ¿A dónde vas?, pregunta ella. Una reunión importante. Volveré tarde. ¿Estás en problemas? No lo sé, pero si no vuelvo para mañana al mediodía, toma a los niños y vete a la casa de tu hermana en Monterrey. Toma el dinero de la caja fuerte, vete y no mires atrás.

Lucía lo mira con ojos llenos de lágrimas. Vuelve a casa, Ramón. Por favor, vuelve a casa. Voy a intentarlo. Promete. Sale hacia la noche de Culiacán sin saber si volverá a ver a su familia. ¿Conoces casos similares? Cuéntanos en los comentarios. Ramón conduce durante 40 minutos siguiendo las indicaciones del GPS. Venta de Culiacán hacia la sierra.

La carretera se vuelve estrecha, sin iluminación, rodeada de árboles oscuros que parecen gigantes vigilantes. Pasa tres retenes en cada uno. Hombres armados con cuernos de chivo revisan su identificación. Hacen llamadas, lo dejan pasar. Finalmente llega a una propiedad enorme escondida entre las montañas.

Hay una casa estilo rancho con luces cálidas en las ventanas. Alrededor, al menos 20 hombres armados patrullan con perros. Damián lo espera en la entrada. Deja las llaves, deja el teléfono, sígueme. Caminan por un jardín perfectamente cuidado hasta una terraza amplia con vista a las montañas. Ahí, sentado en una silla de madera bebiendo whisky, está Joaquín Guzmán Loera, el Chapo, el hombre más buscado del mundo, el hombre que Ramón ayudó a aquella madrugada hace 5 años. El Chapo se ve diferente a como Ramón lo recuerda.

más viejo, con más cañas en el bigote, pero los ojos siguen siendo los mismos. Oscuros, penetrantes, inteligentes. Ramón Castillo, el mecánico que trabaja a las 3 de la madrugada. Siéntate. Su voz es tranquila, casi amable. Ramón se sienta en la silla frente a él, sus piernas tiemblan.

El Chapo sirve dos vasos de whisky, le pasa uno a Ramón. Bebe, estás nervioso. No hay razón para estarlo. Ramón bebe. El whisky quema su garganta, pero ayuda a calmar los nervios. El Chapo lo observa en silencio durante un largo momento. ¿Sabes por qué te mandé llamar? pregunta final: “No, señor.

"El Chapo sonríe levemente porque han pasado 5co años desde aquella noche en tu taller. 5 años desde que me ayudaste sin saber quién era. 5 años desde que demostraste lealtad sin esperar nada a cambio. En este negocio, la lealtad es más valiosa que el oro, más valiosa que la cocaína, más valiosa que cualquier cosa.