Es como si ya supiera la respuesta. Sabía que elegirías eso. Eres demasiado bueno para este mundo, Ramón. Demasiado honesto, demasiado humano. Se levanta y camina hacia la varanda mirando las montañas. Hay hombres que nacen para esto, que no tienen problema con la violencia, con la muerte, con el precio que se paga. Yo soy uno de esos hombres.
Se voltea, pero tú no. Tú eres un hombre de familia, un hombre de honor, un hombre que merece una vida mejor que esta. Extiende tu mano. Trato hecho. En tres días tendrás tu dinero y tus papeles. En una semana estarás en Canadá con tu familia. Nuevos nombres, nuevas identidades, nueva vida. Ramón estrecha la mano. Gracias, Señor.
Gracias por todo, por salvar a mi hijo, por darme oportunidades, por dejarme ir. El Chapo sonríe. No me agradezcas. Tú me salvaste primero aquella noche. Estábamos a salvo. Solo devuelvo el favor. Hace una pausa. Una última cosa, cuando estés en tu nueva vida, cuando seas un mecánico normal, en un taller normal en Canadá, cuando tus hijos crezcan y tengan sus propias familias, acuérdate de esto.
Acuérdate de que el poder no es lo mismo que la felicidad. Acuérdate de que el dinero no es lo mismo que la paz. Acuérdate de que elegiste la libertad sobre el oro. Y acuérdate de que esa fue la decisión más valiente que pudiste tomar. Ramón asiente con lágrimas en los ojos. Lo recordaré. Lo prometo.
El Chapo lo abraza brevemente. Vete, Ramón. Vete y sé feliz. Vete y vive la vida que mereces y nunca mires atrás. Dale como si crees que Ramón tomó la decisión correcta. Tres días después, Damián llega a la casa de Ramón con dos maletas. Una contiene un millón de pesos en efectivo. La otra contiene pasaportes canadienses, licencias de conducir, certificados de nacimiento, historiales médicos, todos perfectamente falsificados. Ramón Castillo ya no existe.
Ahora es Robert Carson, mecánico de 47 años, nacido en Montreal. Lucía es Linda Carson. Andrea es Amy, Miguel es Michael, Sofía es Sofí. Tienen boletos de avión para mañana. Primera clase a Vancouver, vía Ciudad de México. Una casa alquilada esperándolos. Trabajo garantizado en un taller mecánico. Escuelas para los niños.
Todo arreglado, todo pagado, todo listo. Damián abraza a Ramón. Vas a estar bien, hermano. Vas a tener la vida que mereces. Se va sin mirar atrás. Esa noche la familia Castillo duerme por última vez en su casa de Culiacán. Mañana serán la familia Carson de Vancouver. El vuelo sale a las 10 de la mañana. Pasan por migración sin problemas. Los pasaportes funcionan perfectamente.