agradeciendo que estamos aquí, agradeciendo que nuestros hijos están seguros, agradeciendo que podemos dormir en paz. Lucía recarga su cabeza en su hombro. Yo también estoy agradecida cada día. Esa noche, Ramón quema la tarjeta blanca con el número de teléfono que guardó durante 11 años. La ve convertirse en cenizas en la chimenea de su casa.
es el último vínculo con su vida anterior, el último recordatorio de Ramón Castillo, el mecánico de Culiacán. Ahora es completamente Robert Carson, mecánico de Vancouver, esposo, padre, hombre libre, hombre en paz. Al día siguiente iba a trabajar como siempre. Repare un Honda Civic con transmisión dañada, cambie el aceite de una minivan.
Ayuda a un cliente joven con su primer coche. Trabajo honesto, dinero limpio, conciencia clara. A las 6 de la tarde cierra el taller, maneja a casa. Lucía preparó la haaña. Andrea viene a cenar con su novio, un residente de ortopedia. Miguel llama por Skype desde Toronto. Sofía muestra videos de su último partido de hockey.
La familia se ríe, cuenta historias, planea vacaciones de verano. Es una noche normal, una noche hermosa, una noche que Ramón nunca dio por sentado, una noche por la que pagó el precio más alto, su pasado, su identidad, su país. Valió la pena. Cada sacrificio valió la pena.
¿Qué opinas sobre la decisión de Ramón? Déjalo en los comentarios. 5 años después, 2021. Ramón tiene 57 años. Su cabello es completamente gris. Tiene arrugas alrededor de los ojos de tanto sonreír. Ha ganado algunos kilos de la buena comida de Lucía. Es abuelo. Andrea se casó con el residente de ortopedia y tuvo una niña, Emma. Ramón la carga cada fin de semana.
Le canta canciones en español que la niña no entiende, pero que la hacen reír. Miguel se graduó de ingeniería y trabaja para una compañía de tecnología en Toronto. Tiene novia seria, hablan de boda. Sofía recibió beca para jugar hockey en la Universidad de Minnesota. Es la primera en su familia en ser atleta universitaria. Lucía está saludable.
Su diabetes está controlada. Trabaja medio tiempo ahora. Pasa las tardes en su jardín cultivando rosas que ganan premios en concursos locales. La vida es buena, la vida es tranquila. La vida es exactamente lo que Ramón soñó aquella noche, hace 10 años cuando decidió salir. Un sábado de junio, Ramón está en su garaje enseñándole a Emma de 3 años cómo usar una llave inglesa de juguete cuando un coche desconocido se detiene frente a su casa.
Es un sedán negro con placas diplomáticas. Bajan dos hombres con trajes oscuros. Uno es mexicano, 50 y tantos años, con expresión seria. El otro es canadiense, más joven, con carpeta bajo el brazo. Caminan hacia el garaje. Ramón siente como su corazón se acelera después de 10 años, después de una década de paz. Finalmente lo encontraron. Levanta a Emma y la lleva adentro con Lucía. Quédate con la niña”, dice en voz baja.
"Vuelve al garaje. Los hombres esperan respetuosamente". “Señor Robert Carson, pregunta el canadiense”. “Sí”, responde Ramón. “¿En qué puedo ayudarte?” El hombre mexicano habla. "Señor Carlson, mi nombre es Alejandro Mora. Soy agregado de la embajada de México en Canadá. Necesito hablar con usted sobre un asunto delicado.
Ramón siente como sus piernas se debilitan. No sé de qué habla. Alejandro sonríe gentilmente. Señor, sabemos quién es usted realmente. Sabemos que es Ramón Castillo de Culiacán, Sinaloa. Sabemos que trabajó para el cartel de Sinaloa entre 2009 y 2011. Sabemos que salió con ayuda de Joaquín Guzmán y que ha vivido aquí bajo identidad falsa durante 10 años. Ramón está paralizado. Su vida terminó.
van a deportarlo, van a arrestarlo, va a perder todo. Pero continúa Alejandro, también sabemos que nunca participó directamente en actividades criminales, que solo fue mecánico, que nunca tocó drogas, que nunca participó en violencia, que salió voluntariamente, que ha vivido como ciudadano modelo durante una década. Abre la carpeta y sabemos algo más.