EL MECÁNICO ayuda a El Chapo en la carretera sin saber quién es… Lo que recibe cambia TODO para…

Sus ojos son oscuros, penetrantes, del tipo que han visto demasiado. Los otros dos son más jóvenes, corpulentos, con chalecos antibalas visibles bajo chamarra abierta y manos que descansan cerca de las pistolas en sus cinturas. La camioneta detrás de ellos es una suburba negra con vidrios polarizados y placas de Sinaloa. El motor hace un ruido irregular, como si tuviera problemas en la transmisión.

El hombre del centro habla con voz tranquila pero firme. Necesito que arregles esa camioneta ahora. Tengo problemas con la transmisión y no puedo quedarme varado aquí. Ramón mira la sangre en la camisa del hombre. Mira las armas. Mira los ojos fríos de los guardaespaldas. En Sinaloa del 2006, hacer preguntas es peligroso. Ver demasiado es mortal. Ramón asiente sin decir palabra y señala hacia el taller.

Los hombres entran con la camioneta. Uno de los guardaespaldas se queda af

uera vigilando la carretera oscura. El hombre herido se sienta en una silla de plástico mientras Ramón abre el cofre de la suburbana. La transmisión está sobrecalentada, el líquido casi negro. Necesita un cambio completo de fluido y probablemente el filtro esté destruido. ¿Cuánto tiempo?, pregunta el hombre desde la silla.

Su voz no tiene prisa, pero tampoco paciencia infinita. Ramón calcula mentalmente con las herramientas que tiene, trabajando rápido, 3 horas mínimo, pero algo en la situación le dice que no tiene 3 horas. 2 horas y trabajo sin parar. Responde el hombre. Tienes 90 minutos. No es una negociación, es una orden.

Ramón siente como el sudor comienza a bajar por su espa

lda a pesar del frío de la madrugada. Comienza a trabajar con manos que tiemblan ligeramente, pero que conocen cada tornillo, cada conexión, cada secreto de un motor. Mientras trabaja, escucha fragmentos de conversación.

Los guardaespaldas hablan en voz baja sobre el operativo en Guadalajara, sobre moverse antes del amanecer, sobre cruzar la sierra antes de que cierren los retenes. El hombre herido hace llamadas telefónicas en clave. El paquete está seguro. Llegamos en 3 horas. Preparen la casa de Las Palmas. Ramón mantiene la cabeza agachada, las manos ocupadas, los oídos aparentemente sordos. Sabe que su vida depende de parecer invisible.

Trabaja más rápido de lo que ha trabajado en su vida. Cambia el fluido de transmisión. Reemplace el filtro con uno que tenía guardado para otra camioneta. Ajusta la presión. Sus manos se mueven con precisión de cirujano, a pesar del miedo que le aprieta el pecho como un puño. A los 85 minutos enciende el motor.