El corazón de Ramón late tan fuerte que puede escucharlo en sus oídos. Reparó la camioneta del Chapo. El hombre más buscado de México estaba sentado en su taller. El pago es de 10.000es. Esa noche no puedes dormir. Se sienta afuera del taller mirando la carretera oscura, fumando cigarros baratos que le queman la garganta.
Debería decirle a alguien, a la policía, al ejército. Pero entonces recuerda las historias que todos conocen en Sinaloa, las personas que hablan demasiado, las familias que amanecen desaparecidas, los cuerpos que encuentran en la sierra con mensajes clavados en el pecho. Ramón no es valiente.
solo un mecánico que quiere que sus hijos crezcan, que su esposa tenga medicinas, que su familia esté segura. Decide que aquella noche nunca sucedió, que aquel hombre era solo otro cliente más, que los 10,000 pesos fueron suerte y nada más. Tira el cigarro y entra al taller. Lucía lo espera, despierta. ¿Estás bien?, pregunta. Estoy bien, miente Ramón, solo cansado.
Pasan tres meses más. Es julio del 2006. El calor en Sinaloa es brutal. El tipo de calor que derrite el asfalto y hace que el aire tiemble como agua. Ramón está debajo de una camioneta Ford cuando escucha las llantas sobre la grava. No es un sonido normal. Son varios vehículos llegando al mismo tiempo. Se desliza de debajo de la camioneta con el corazón ya acelerado.
Afuera hay tres suburbanos negras idénticas. De la del centro baja un hombre alto, delgado, con lentes oscuros y traje negro. A pesar del calor. Camina hacia Ramón con pasos medidos calculados. Ramón Castillo pregunta con voz profesional, casi Cortés. Ramón asiente sin poder hablar. Su garganta está completamente seca. El hombre sonríe, pero es una sonrisa sin calidez.
Tengo un mensaje para ti de un amigo. El hombre saca un sobre manila horrible, se lo entrega a Ramón y da un paso atrás esperando. Ramón abre el sobre con manos temblorosas. Adentro hay billetes, muchos billetes, 50,000 pesos en fajos ordenados y una nota escrita a mano en letra clara para el mecánico que trabaja a las 3 de la madrugada, para las medicinas de tu esposa, para la escuela de tus hijos, para que sepas que la lealtad nunca se olvida. Un amigo agradecido.
Ramón lee la nota tres veces. Sus ojos se llenan de lágrimas que no pueden controlar. El hombre de traje negro habla de nuevo. Mi jefe dice que eres un hombre de honor, que no hiciste preguntas, que no buscas problemas. Eso es raro hoy en día. hace una pausa. También dice que si alguna vez necesitas algo, cualquier cosa, solo tienes que mandar un mensaje.
El hombre le entrega una tarjeta blanca sin nombre, solo un número de teléfono celular escrito a mano. Guarda ese número, úsalo solo si realmente lo necesitas, pero cuando lo uses la ayuda llegará. Ramón toma la tarjeta con dedos que no dejan de temblar. Quiere decir gracias. Quiere decir algo, pero las palabras no salen.
El hombre de traje negro asiente como si entendiera. Una última cosa. Mi jefe dice que tu hija Andrea es muy inteligente, que quiere estudiar medicina, pero que la universidad es cara. Saca otro sobre, este más delgado. Aquí hay información sobre una beca privada. Está garantizada si ella aplica. Todo pagado. Universidad, libros. alojamiento.