Un candado puede parecer un objeto cotidiano y sencillo, pero su diseño incluye pequeños detalles que influyen enormemente en su funcionamiento. Una de las características que más se pasan por alto es el pequeño orificio que se encuentra en la base de muchos candados. Aunque la mayoría de la gente asume que es solo parte del proceso de fabricación, en realidad, el orificio es intencional y esencial. Los candados se suelen usar en exteriores y expuestos a las inclemencias del tiempo, por lo que esta abertura permite que el agua drene en lugar de acumularse dentro de la cerradura. Sin ella, la humedad se acumularía, provocando óxido, corrosión y, finalmente, una cerradura que falla mucho antes de tiempo.
Además de prevenir la oxidación, el orificio también cumple otra función práctica: el mantenimiento. Con el tiempo, los candados pueden endurecerse o dificultar su apertura, especialmente si han estado expuestos a la suciedad, el polvo o el frío. El pequeño orificio ofrece un punto de acceso directo para aplicar lubricantes como WD-40 o grafito. Al rociar lubricante en esa abertura, el mecanismo interno se afloja con mayor eficacia, lo que facilita la apertura del candado. Este diseño pequeño suele prolongar considerablemente la vida útil del candado, evitando que los propietarios tengan que reemplazarlo innecesariamente.