En 1986, 15 niños desaparecieron durante un viaje escolar; 39 años después, su autobús escolar fue encontrado enterrado bajo tierra...

Primavera de 1986 - Escuela Primaria Morning Lake. El día comenzó como cualquier otro, lleno de charlas, risas y la emoción que solo una excursión escolar puede brindar. Quince niños, de nueve a once años, subieron al autobús número 117 con su maestra, la Srta. Delaney, una mujer conocida por su amabilidad, paciencia y una pulcra letra cursiva que se deslizaba por la pizarra como un lazo.

Su destino: la Reserva Natural Morning Lake, a solo treinta kilómetros de la escuela. Un picnic, algunas notas científicas sobre las plantas y quizás algunas ranas en frascos para liberar más tarde. Se suponía que iba a ser un día tranquilo.

El autobús salía a las 9:12 am.
Nunca apareció.

Al principio nadie entró en pánico. Los atascos eran habituales en la Carretera Vieja, que serpenteaba entre colinas y bosques antes de llegar al lago. Pero al pasar el mediodía, luego las 3 p. m., y sin que la escuela hubiera recibido ningún mensaje, empezaron a llegar las llamadas.

Al atardecer, la policía había movilizado a todas las unidades disponibles. El camino estaba despejado. Helicópteros inspeccionaban el bosque desde arriba. Voluntarios caminaban por las trincheras con linternas, gritando los nombres de los niños.

No había huellas de neumáticos.
Ni escombros.
Ni señales de accidente ni de forcejeo.

Fue como si el autobús 117 simplemente hubiera desaparecido en el aire.

La búsqueda duró semanas, luego meses. Surgieron teorías, algunas racionales, otras extrañas.
Un giro equivocado hacia el bosque.
Un abismo.
Una abducción.
Incluso hubo rumores en el restaurante después de medianoche sobre una abducción extraterrestre.

Los padres organizaron vigilias. Una fotografía de la Sra. Delaney, sonriente y con el cabello bien peinado, apareció en todos los postes de luz y canales de noticias del distrito.

Y luego, a medida que pasaron los años, Morning Lake dejó de hablar de ello.

El camino fue repavimentado. El bosque se hizo más denso. El campo donde comenzó la búsqueda se convirtió en un vertedero de equipo olvidado. La gente se mudó. Los que se quedaron aprendieron a evitar el tema. La generación anterior lo llamó "el golpe de la ciudad".

La vida continuó, pero la herida nunca sanó del todo.