Las lágrimas rodaron por el rostro de Matilde.
Por primera vez, alguien la miraba sin pedir nada a cambio.
El amor nacido de lo inesperado
Con el paso de los meses, Matilde fue conociendo al hombre detrás del silencio.
Arthur era culto, amable y profundamente solitario.
Nunca la obligó a nada.
Le enseñó a leer, a tocar el piano y a mirar el horizonte sin miedo.
Poco a poco, el respeto se transformó en cariño.
Y el cariño, en un amor sereno y verdadero.
Cinco años después, la casa de piedra en Serra da Harmonia ya no era fría ni silenciosa.
Estaba llena de risas, música y olor a pan recién hecho.
Matilde ya no era la muchacha vendida — era una mujer libre, que había convertido el dolor en un nuevo comienzo.
Y cada vez que alguien preguntaba cómo había empezado aquella historia, Arthur sonreía y respondía:
— Me la vendieron… pero fue ella quien me compró de nuevo para la vida.
A veces, el destino esconde la salvación detrás del disfraz del sacrificio.