¿Que llevaba veinte años yendo por mal camino?
¿Que pensaba en ella cada noche?
¿Que mi matrimonio se había convertido en una tumba cavada por manos ajenas?
Suspiró.
“Al parecer, era el destino…”
Pero oí algo más en su voz:
“Ambos pagamos un precio demasiado alto”.
11. La venganza del destino
Un año después, mi esposa murió.
Hígado.
Silenciosamente, desapercibida, no deseada.
Antes de morir, dijo:
“Sabía que nunca fuiste mío. Pero fueron las casamenteras las que nos confundieron… ¿verdad?”
Sonrió, por primera vez en veinte años.
Y cerró los ojos.
La enterré en silencio.
Solo unas pocas personas asistieron al funeral.
El destino me arrebató todo lo que una vez me pareció correcto.
Y Lena…
Lena regresó a mi vida con hijos: gemelos, a quienes ahora sostengo en mi regazo, escuchando su suave respiración.
No son míos.
Pero los amo como si los hubiera parido.
Y Lena está aquí.
Y yo estoy aquí.
Y veinte años después, por fin estamos sentados uno junto al otro como estábamos destinados a estar.
Pero el precio…
El precio fue demasiado alto.
Conclusión
El destino no se venga.