Fue la noche en que dejé de ser una víctima y me convertí en una sobreviviente, en una mujer que se defiende, en una abuela que puede enseñarles a sus nietas que nunca, nunca tienen que aguantar que las falten al respeto. Si ustedes llegaron hasta aquí en mi historia, quiero dejarles algunas reflexiones muy importantes que me han tomado décadas aprender. Primero, y esto es lo más importante, cuando una mujer dice no es no. No importa si es tu novia, tu esposa, tu amante, la madre de tus hijos.
No significa sí, no significa convénceme, no significa insiste hasta que diga que sí, significa no y punto. Segundo, estar casada no significa que tu cuerpo le pertenece a tu marido. Tu cuerpo es tuyo, siempre es tuyo, sin importar el papel que hayas firmado, sin importar el anillo que traigas en el dedo, sin importar cuántos años lleves casada. Nadie tiene derecho a forzarte a hacer algo que no quieres, así sea tu esposo de 50 años. Tercero, nunca es tarde para poner límites.
Nunca es tarde para decir basta. A los 45 años yo pensé que ya era muy tarde para cambiar mi vida, que ya estaba muy vieja para empezar de nuevo, que quién me iba a querer a esa edad. Me equivoqué completamente. Si estás en una relación donde no te respetan, donde te fuerzan, donde ignoran tu negativa, nunca es tarde para decir basta y buscar algo mejor. Cuarto, no tengas miedo al qué dirán. La gente va a hablar de todas formas.
Esa es la naturaleza humana. Mejor que hablen de una mujer valiente que se respetó a sí misma que de una mujer que se quedó callada aguantando abusos por quedar bien con la sociedad. Quinto, busca ayuda si la necesitas. Si estás viviendo algo parecido a lo que yo viví, habla con alguien de confianza. Llama a las líneas de ayuda para mujeres. Busca refugios. Acércate a organizaciones que apoyan a mujeres en situación de violencia. En México tenemos el número nacional 911 para emergencias y muchas organizaciones que pueden ayudar.
Lo que me pasó a mí tiene nombre. Se llama violencia sexual dentro del matrimonio y es tan grave como cualquier otra forma de violencia. No es normal, no es algo que tengas que aguantar, no es tu culpa y definitivamente no es algo que se arregla callándose. Y por último, mereces ser feliz, mereces ser respetada, mereces estar con alguien que te valore, que te escuche cuando dices no, que te haga el amor en lugar de tomarte por la fuerza.
La edad no importa, las circunstancias no importan, lo que importa es tu dignidad como mujer y como ser humano. Hoy, a mis 72 años vivo en paz. Mis hijos me respetan por la decisión que tomé y me han dicho que les enseñé algo muy valioso sobre el respeto propio. Mis nietos tienen una abuela que les enseña que el respeto no se negocia, que nadie tiene derecho a lastimar a otro, que el amor verdadero incluye siempre el respeto.
Y yo tengo la tranquilidad de saber que nunca más permití que alguien me faltara al respeto de esa manera. Tengo la paz de saber que elegí mi dignidad por encima del miedo, mi autoestima por encima de las apariencias, mi bienestar por encima de las convenciones sociales.