Un comportamiento repentino y extraño…
Sin previo aviso, Archie se incorpora, con las orejas erizadas y el pelo erizado. Salta de la cama, corre a un rincón de la habitación y empieza a ladrarle furiosamente a... uno de los cirujanos.
El hombre, desconcertado, dio un paso atrás:
"¡ Saquen a ese perro!" , rugió visiblemente molesto.
Pero Archie insiste. Gruñe, enseña los dientes, como si quisiera defender a su joven amo de un peligro invisible.
Lo que el perro había sentido y que nadie más podía ver
Entonces otro médico se acerca al cirujano para tranquilizarlo... y de repente frunce el ceño. Un olor sospechoso flota en el aire.
—Espera un segundo… ¿Puedes sentir eso? —le susurra al anestesiólogo.
Se puso pálido. Había un verdadero olor a alcohol .
— ¡¿Has estado bebiendo?!
Un silencio denso se apodera de la habitación. Las enfermeras intercambian miradas preocupadas. Los padres palidecen. Archie, sin embargo, no suelta la pata del hombre.
La verdad sale a la luz: el cirujano programado para la operación está ebrio . Lo suspenden de inmediato y lo reemplazan por otro profesional cualificado.