"Necesito que me digas la verdad", añadió. "¿Crees que te manipulé? ¿Que usé tu desamor para conseguir lo que quería?"
—Porque si es así, paramos enseguida. Dormiré en el sofá. Veremos si lo cancelamos. Cueste lo que cueste.
Miré a este hombre que acababa de casarse conmigo, que estaba dispuesto a dejar todo la misma noche de nuestra boda porque tenía mucho miedo de haberme lastimado.
"¿Me amas?" pregunté.
Me acerqué, tomé su rostro entre mis manos y lo obligué a mirarme.
—Peter no planeaba morir —dije en voz baja—. No sabía qué iba a pasar. Y si pudiera vernos ahora mismo, creo que se sentiría aliviado. De todos los hombres del mundo, terminé con alguien bueno. Alguien que nunca me presionó. Que nunca usó mi dolor en mi contra. Alguien que se tortura por un mensaje de texto de hace siete años.
Los ojos de Dan se llenaron de lágrimas.
—No rompiste una promesa —continué—. La vida siguió. Ambos sobrevivimos a algo horrible y nos reencontramos al otro lado. No es traición. Es simplemente ser humano.
"Tenía tanto miedo de decírtelo", susurró.
"Lo sé. Y es precisamente por eso que sé que eres la persona indicada."
Nos besamos. No el beso apresurado y ardiente que imaginas para una noche de bodas. Fue algo más profundo. Como si nos volviéramos a elegir, los dos, con todas nuestras cicatrices, nuestros miedos, nuestra complicada historia al descubierto.
Esa noche, hicimos nuevos votos, solo para nosotros, en silencio. Promesas que no tenían nada que ver con el pasado y sí con el futuro que estábamos construyendo.
Cada mañana, al despertar junto a Dan, sé que tomé la decisión correcta. No porque sea fácil, simple o sin complicaciones. Porque el amor no es perfección. Es estar ahí, incluso en las dificultades. Es honestidad, incluso cuando duele.
Peter siempre será parte de mi historia. Me dio 20 años de felicidad, dos hijos extraordinarios y una base de amor que siempre atesoraré. Pero él no es el final de mi historia.
Dan, este es mi segundo capítulo. Y quizás esto es lo que nadie te dice sobre el duelo, la sanación y la superación. No puedes reemplazar a las personas que has perdido. No deberías olvidarlas. Pero tampoco deberías dejar de vivir.
Tengo 41 años. Me he casado dos veces. Enterré a alguien a quien amaba y reencontré el amor cuando creía que era imposible. Y si algo he aprendido, es esto: el corazón es más resistente de lo que creemos. Puede romperse y seguir latiendo. Puede amar más de una vez sin que se arruine lo anterior.
Así que, a todos aquellos que temen haber esperado demasiado, haber amado a la persona equivocada o haber cometido demasiados errores para merecer la felicidad, les digo que no es cierto. La vida es caótica, complicada y rara vez transcurre según lo planeado.
Pero a veces, si tienes mucha suerte, todo sucede exactamente como debería.