Tomé un sorbo lento y luego sonreí. "Tomo nota", dije simplemente.
Vanessa puso los ojos en blanco. "No montes un escándalo, Linda".
No lo hice. No tenía por qué hacerlo.
Porque unos minutos después, la puerta de la cocina se abrió y salió el chef. Un hombre alto, con un elegante uniforme negro y hombros anchos, llevaba una bandeja con tapa plateada.
Pero no fue la bandeja lo que provocó el silencio en la mesa. Fue su rostro.
Todos se giraron. Vanessa se quedó boquiabierta. Ethan se quedó paralizado a medio masticar. Su familia se irguió de inmediato y empezó a susurrar.
Porque el chef no era sólo un chef.
Era alguien que conocían.
Alguien que ha sido herido.
Y alguien que sabía exactamente quién era yo.
El chef se detuvo justo al lado de mi silla. Levantó la tapa plateada para revelar un costillar de cerdo bellamente presentado con puré de papas al ajillo, espárragos asados y una pequeña tarjeta dorada cuidadosamente colocada a un lado.
"Como siempre, señora Harper", dijo con cariño. "Lo hice yo mismo".
Toda la mesa se congeló.
Vanessa se enojó. "Perdona, ¿cómo la llamaste?"
La miró con una sonrisa amable pero inconfundible. "Sra. Linda Harper, propietaria de Harborfront Medical Billing. Mi jefa".
En la mesa se oyó un murmullo excitado.