“Estoy llamando a la policía y luego llamaré a mi abogado. Vas a pasar el resto de tu vida en la cárcel. ” 20 minutos después, dos coches de policía subieron por el camino. El doctor Ramiro Ibáñez fue arrestado por ejercicio ilegal de la medicina. extorsión, fraude y múltiples cargos de maltrato infantil. Cuando se lo llevaban, Bruno se acercó a su padre. Papá, ¿por qué se llevan al doctor? Julián se arrodilló poniendo sus manos sobre los hombros de su hijo.
Porque era un hombre malo, campeón, te estaba enfermando a propósito para que no pudiera correr. Sí, pero ya no lo hará más. Ahora puedes correr todo lo que quieras. Bruno abrazó a su padre con fuerza. “Gracias por salvarme, papá.” “No, campeón”, dijo Julián mirando por encima del hombro de su hijo a Elara. Gracias a Elara, ella nos salvó a los dos. En los meses siguientes, la vida en la residencia Alcocer se transformó. El silencio fue reemplazado por risas, gritos y el sonido de pies corriendo por los pasillos.
La investigación policial reveló que el doctor Ibáñez era un psicópata. Había engañado a otras cuatro familias adineradas usando el mismo método: encontrar un padre vulnerable, generalmente viudo o divorciado, inventar una enfermedad compleja para un niño sano y extorsionar fortunas en 19 tratamientos falsos. Fue condenado a más de 20 años de prisión. Julián Alcoser redujo drásticamente sus horas de trabajo para pasar tiempo con Bruno. Aprendió a andar en bicicleta con él, le enseñó a nadar en la piscina, que antes era solo un adorno, y le leía cuentos por la noche.
Y el ara, el ara se quedó ya no como cuidadora, sino como parte indispensable de sus vidas. Una tarde, 6 meses después del arresto, Julián la encontró en el jardín viendo a Bruno jugar al fútbol con amigos. que había hecho en su nuevo colegio. Elara, dijo Julián, no sé cómo agradecerte lo que hiciste. Hice mi trabajo, señor Alcoser. Por favor, llámame Julián y no hiciste mucho más. Salvaste la vida de mi hijo. Me devolviste la mía. Se acercó a ella.
Cualquier otra cuidadora se habría ido o habría callado. Supongo que soy terca, dijo ella sonriendo. Me he dado cuenta dijo él. devolviéndole la sonrisa. Y me he dado cuenta de otra cosa. Esta casa estaba vacía. Bruno y yo estábamos vacíos y entonces llegaste tú. El ara sintió que su corazón se aceleraba. Julián, me estoy enamorando de ti, Elara Guiner, dijo él con una seriedad que la desarmó. Me enamoré de tu valor, de tu bondad y de la forma en que luchaste por mi hijo como si fuera tuyo.