La natural sincronía entre los tres era a la vez desconcertante y hermosa de observar. Reían al unísono, gesticulaban de forma idítica al hablar. Incluso respiraban al mismo ritmo al conversar. «Pedro», dijo Eduardo al regresar tranquilamente a la sala después de terminar las llamadas. —Necesito hacerles a Lucas y a Mateus algunas preguntas importantes. ¿Pueden ayudar a su papá? —Claro que sí, papá. Puedes preguntar lo que quieras. —Eduardo estaba sentado cómodamente en el banco junto a los niños, intentando mantener una actitud casual y relajada, a pesar de la importancia crucial de la información que buscaba desesperadamente.
Lucas logra recordar algo específico de cuando eran bebés. Cada detalle, por pequeño que sea. —Marcia siempre decía que nacimos en un hospital muy grande y famoso —dijo Lucas pensativo, frunciendo el ceño en señal de consciencia—. Decía que era muy difícil y peligroso, que tenía que tomar decisiones difíciles sobre a quién salvar primero. —Elegir a quién salvar —repitió Eduardo, sintiendo cómo su corazón latía violentamente—. También dijo que nuestra madre estaba muy enferma y débil, y que el jefe de médicos dijo que no podían salvar a todos al mismo tiempo.
Entonces tuvo que decidir salvarnos a nosotros. Eduardo sintió que el mundo giraba a su alrededor descontroladamente. Esta versión encajaba a la perfección con sus recuerdos fragmentados y dolorosos del hospital aquella terrible noche. Recordaba claramente a los médicos hablando en tono grave sobre decisiones difíciles, sobre prioridades de emergencia, sobre salvar a quien fuera posible dadas las circunstancias. Y sabían exactamente en qué hospital habían nacido. «Hospital Sap Vicepte», respondió Mateus de inmediato, sin dudar. Marcia siempre nos llevaba allí cuando estábamos enfermos o necesitábamos medicina.
Eduardo se desmayó. El Hospital Sap Vicepte era el mismo hospital privado y caro donde Pedro había nacido, donde Patricia había luchado por su vida y finalmente había muerto. Un hospital frecuentado exclusivamente