La niña temblaba: tenía miedo, se sentía avergonzada e incómoda, pero aún así decidió soportarlo todo por el bien de su madre y su tratamiento.
El esposo se acercó. Se quitó lentamente el sombrero y luego se llevó la mano a la máscara que había usado durante tantos años. La niña se quedó paralizada y apretó los puños. La máscara se desprendió con un suave clic, y al instante siguiente gritó de horror. Detrás de la máscara estaba...
Ante ella no había ningún anciano. Era un joven con profundas cicatrices en la cara y el cuello.
Él miró hacia otro lado y dijo en voz baja:
Estas son las secuelas del accidente. Sobreviví milagrosamente, pero las cicatrices me han transformado en una persona diferente. Me tenían miedo. Me daban la espalda. Se reían. Durante muchos años, viví escondido tras la máscara de un anciano para que nadie pudiera ver mi verdadero aspecto. Pero cuando te vi... por primera vez en muchos años, sentí que quería vivir de otra manera. Quería darle a tu familia todo lo que pudiera, si tan solo aceptaras estar a mi lado.
La niña no podía pronunciar palabra. El corazón le latía con fuerza y respiraba entrecortadamente. Él dio un paso atrás.
"Soy asqueroso, ¿verdad? Lo siento... no quise asustarte."
Ella meneó la cabeza y dijo en voz baja:
—No... no das asco. Solo tengo que acostumbrarme. Pensé que había un anciano bajo la máscara. Pero tú... eres diferente. Y salvaste a mi familia. No sé qué pasará después, pero... no das miedo. Solo estaba en shock.
Por primera vez en años, sonrió, con cautela, como si temiera hacerle daño.