Tras recibir las cenizas de una persona fallecida, debes saber esto.

 

 

Para el cristianismo, el cuerpo es sagrado y la muerte marca el inicio de la vida eterna en presencia de Dios. Tradicionalmente, los restos humanos se entierran en un cementerio o lugar sagrado, como muestra de respeto a la sacralidad del cuerpo. Si bien la cremación fue rechazada en algunos círculos cristianos en el pasado, hoy se acepta siempre que las cenizas se traten con respeto.

Por ejemplo, en la Iglesia Católica se permite la cremación, pero se recomienda depositar las cenizas en un lugar consagrado, como un cementerio o un columbario, y no conservarlas en casa. Esto se debe a que la Iglesia considera que el cementerio es el lugar adecuado para honrar al difunto, y conservar las cenizas en casa podría menoscabar el respeto y la solemnidad hacia el cuerpo. Además, un lugar de descanso consagrado facilita el proceso de duelo al ofrecer a los familiares un espacio para visitar y recordar a su ser querido en paz.

Reflexión final: una decisión personal

Tanto en el espiritismo como en el cristianismo, encontramos diferentes motivos para reflexionar sobre el destino de las cenizas de un ser querido. Sin embargo, cada persona vive el duelo de manera única y encuentra consuelo en distintas prácticas. Para algunos, conservar las cenizas en casa puede representar paz y cercanía, mientras que para otros, colocarlas en un lugar consagrado o esparcirlas en la naturaleza puede simbolizar liberación y un acto de respeto.

En última instancia, se trata de una decisión profundamente personal que merece respeto. Cada familia y cada persona debe analizar qué considera mejor, tanto para su paz interior como para honrar la memoria de su ser querido. Lo importante reside en el respeto y el amor con que se toma esta decisión, y en cómo esta práctica contribuye a la serenidad de quienes la toman.