2. El Rescate en el Cuartito de los Silencios
Las calles de Iztapalapa eran otro mundo. Alejandro conducía su camioneta negra, ciega, como si fuera un turista en tierra ajena. Luis , sentado en el asiento del copiloto, lo guiaba con soltura.
“A la derecha, luego todo recto y cuando veas los perros, ahí es.”
El olor era lo primero que golpeaba, una mezcla de podredumbre, plástico quemado y desechos. El tiradero era una montaña caótica de basura, con niños corriendo, adultos escarbando, perros flacos peleando por huesos.
“¡Mamá!” gritó Luis. “¡Mamá María, traje a su hijo!”
Por un instante no ocurrió nada. Y entonces, de entre unas cobijas mugrosas, debajo de un techo improvisado de cartón y láminas, se movió una figura: una mujer delgada hasta los huesos, el cabello canoso y sucio, las manos temblorosas. Pero alrededor del cuello colgaba un collar de jade verde , sucio, pero intacto, el mismo que Alejandro recordaba haber visto en miles de fotos familiares
Ella alzó el rostro con lentitud, como si el movimiento le costara años. Lo miró y entonces habló. “ Alejandro. ” Su voz era un susurro ronco, como un suspiro arrancado del alma.
¡Mamá!
Ella se cubrió la boca con las manos. Lloró. No eran lágrimas suaves, eran sollozos profundos, desgarradores, los de alguien que había contenido el llanto durante cinco años. “ Pensé, pensé que jamás me encontrarías ”, dijo entre hipos.
Alejandro corrió hacia ella y la abrazó. Sintió sus huesos, su olor a calle, a abandono, pero era su madre, viva. Luis los observaba desde unos metros, sonriendo
Alejandro no se separó de ella en dos días. No regresó a su oficina, no contestó llamadas. Los periódicos ya hablaban del misterioso escape del magnate en pleno funeral. Pero él solo pensaba en una cosa: ¿cómo diablos había terminado su madre ahí?
La tercera noche, mientras la lluvia golpeaba el techo de lámina, María abrió los ojos. "¿Dónde estoy?", preguntó apenas con fuerza.
"Conmigo, mamá", respondió Alejandro, sosteniéndole la mano. "Estás a salvo."
3. El Legado Oculto de un “Héroe”