Con tan solo cinco años, Tommy Chan enfrentó uno de los momentos más aterradores de su vida. Tuvo que someterse a una compleja cirugía a corazón abierto para salvarle la vida. El hospital bullía de médicos, enfermeras y familiares. En medio del olor a aspereza y la atmósfera tensa, Tommy yacía en su cama de hospital, abrazado a un pequeño peluche, mientras sus padres se abrazaban, rezando en silencio.
Tommy sabía lo grave que era su condición y también lo complejo que sería el procedimiento. Aunque todos sus seres queridos estaban allí, aún extrañaba a alguien importante. “¿Puede Archie venir conmigo? Quizás no lo vuelva a ver nunca”, le dijo a una de las enfermeras.
Archie era el fiel golden retriever de Tommy. Era el mejor amigo que un niño de cinco años podría desear. Es más, acompañaba a su pequeño humano cada vez que necesitaba ir al hospital para una revisión.
Llevar un perro a la habitación de un paciente era poco común, pero los médicos y enfermeras sabían lo mucho que Archie significaba para Tommy, así que decidieron hacer una excepción. Poco después, el perro estaba allí, junto a su amigo humano.
Tommy abrazó a Archie con todas sus fuerzas y hundió la cara en el pelaje del perro. Por primera vez en semanas, Tommy por fin sonrió.
Y entonces ocurrió algo inesperado.
Archie, que solía ser tranquilo y manso, de repente gruñó y se abalanzó sobre el Dr. Hawthorne, el cirujano que estaba a punto de operar a Tommy. El personal quedó impactado por el comportamiento del perro.
Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que todos comprendieran por qué Archie actuó de esa manera.
El cirujano olía a alcohol y Archie podía sentirlo mejor que la gente en la habitación del hospital.
ver continúa en la página siguiente