Una niña había prometido devolver la leche cuando creciera; años después, cumplió su palabra de manera extraordinaria.

El día que cumplió su palabra

Años después, en una sala de conferencias iluminada, una joven con traje beige se dirigió a un grupo de periodistas. Su tono era tranquilo y seguro:
«Hoy inauguramos nuestro décimo albergue infantil».

Los aplausos estallaron. En la primera fila, Gabriel, ya mayor pero radiante de orgullo, la observaba con emoción.

Cuando le preguntaron sobre su inspiración, Léna respondió con una sonrisa:
«Un día, alguien creyó en mi promesa y me dio la oportunidad de cumplirla».

Esa noche, Gabriel le susurró al oído: «Me has recompensado mucho más de lo que crees».
Ella respondió, con los ojos brillantes:
«No. La bondad se multiplica, nunca se puede recompensar».

Y en ese sencillo intercambio comprendimos que algunas deudas no desaparecen… porque se convierten en milagros para ser transmitidos.

Cuando siembras un acto de bondad, cosechas mucho más que un simple gracias: cambias vidas.